En un entorno competitivo, las personas son una de las claves para el desarrollo de una estrategia competitiva sostenible, ya sea está por diferenciación o por costos, siempre hay una persona o un equipo detrás. También sabemos que sólo se puede gestionar aquello que se mide, y para ello es necesario cuantificar lo cualitativo.

Surge entonces la necesidad de medir la satisfacción, el clima laboral, el engagement entre otras alternativas de medición.  Es frecuente confundir estos conceptos, no entender sus diferencias, no entender el beneficio de medirlos y finalmente, no utilizar ninguna de ellas porque no se considera importante.  Cada cierto tiempo, las metodologías surgen y nos hacen dudar de las anteriores, ante esto, siempre se debe tener en cuenta, que es mejor utilizar una forma de medir que ninguna y en segundo lugar, las metodologías deben aplicarse en función de los objetivos y de las realidades de cada empresa.  La mayoría de las veces, se pueden mezclar metodologías y extraer lo que más nos acomoda de cada una.  Estamos cuantificando algo que es por esencia cualitativo, por lo tanto intentar convertirlo en una ciencia exacta es un error.

 

Por lo tanto, olvidándonos de la metodología, lo relevante es que medir el clima laboral y/o el engagement nos permita mejorar aspectos que pueden estar afectando la rentabilidad de la empresa como por ejemplo:

–      La falta de claridad de la estrategia corporativa y sus objetivos estratégicos y específicos.  Si las personas en las organizaciones tienen claridad sobre quiénes somos, adónde vamos y cómo lo haremos, entonces las decisiones podrán tomarse con mayor conocimiento y será más difícil equivocarse.

–      La falta de un desarrollo de carrera o una capacitación escasa o equivocada no permite obtener el máximo potencial de las personas en sus roles en la organización.  Nadie duda que con personas mejor formadas y equipadas llegaremos más lejos, pero ¿estamos realmente poniendo foco en la gestión de estos elementos?

–      Una correcta definición de roles y procedimientos, permitirá a las personas ser parte de un equipo organizado y ágil, sin duplicaciones de esfuerzos y con claridad para lograr los objetivos

–      Realizar la evaluación del desempeño de nuestros colaboradores y reconocer sus logros son prácticas que también potencian la productividad. Debemos ver la evaluación de desempeño más allá del mecanismo de cálculo de la renta variable, sino como una instancia tremendamente valiosa para retroalimentar a los colaboradores sobres cuáles son los comportamientos deseables en la organización y en el puesto y cuáles deben ser erradicados.  Esto potenciará el desarrollo de nuestros profesionales y su alineamiento con los valores corporativos.

Hay varios otros aspectos adicionales que influyen en la productividad de las organizaciones, la comunicación interna, un entorno de trabajo agradable, y seguramente otros tantos que son propios de la cultura de su organización, pero sin importar el detalle de esa lista, ni el nombre de la metodología que quiera utilizar, lo importante y que queremos destacar en este artículo, es que comience a medirlo para poder gestionarlo.